VUELO DE LA LECHUZA

Lunes
La clase de matemáticas
El profesor Tadeo estaba de espaldas a sus estudiantes.
Hizo algunos garabatos geométricos sobre el pizarrón mientras toda la clase estaba en silencio en ese momento. Después de todo, era un lunes. Nadie tenía una disposición total para hacer frente a una semana completa de clases aburridas y que incluía a todas lecciones alarmantes del profesor Tadeo.
Hugo estaba sentado en su silla, delante de la mía. Sin embargo, en vez de prestar atención en clase, con la cabeza gacha, miraba a su Smartphone en sus manos.
En ese momento, miré a la cuarta fila de pupitres y me di cuenta de que el lugar de Zora estaba vacío. Ella no había asistido a clases ese día. Una amargura erosionaba lentamente mi pecho. Su ausencia era algo que yo nunca quise en mi vida. Sea o no necesitaba a Zora cerca mío, aunque sólo fuera para deleitar a mis ojos en silencio y decir con mis labios cerrados cuán importante ella era en mi vida, ya que su presencia me hacía más perfecto , más completo, diría yo.


Martes
Clase de portugués

Otra angustia invadió mi pecho cuando miré de nuevo al asiento de Zora y ella continuaba sin venir.
Zora tenía la costumbre de faltar a la escuela. Ella era una estudiante diligente. Esto no era normal en ella el dejar de venir a la escuela por varios días.
¿Estará enferma?
Me preocupé.

Al final de la clase. Fui a la oficina del profesor Tadeo.
Él estaba remodelando su plan de lección para el día siguiente. Me detuve frente a su escritorio y me miró, todavía con su pluma azul. Entonces me di cuenta de que fui su distracción en ese momento, mientras me miraba.
-¿A qué debo el honor de su visita en mi oficina?
Me preguntó entonces, sus ojos brillaron bajo sus anteojos de aumento.
Miré las paredes pálidas de su oficina, tratando de encontrar un poco de coraje para preguntarle algo.
-Entonces, Otto. ¿Por qué viniste a mi oficina? - Arrastró unos papeles sobre su escritorio. - Creo que no has venido aquí sólo para mirar mi cara y decirme que te encantó mi clase de hoy.
Confieso que su sentido del humor torcido me relajó y, finalmente, el coraje se apoderó de mí.
-Profesor Tadeo. ¿Por qué Zora no está asistiendo a clases?
Él apoyó su espalda en su silla y me miró por un momento. Parecía sorprendido por mi interés respeto a la vida escolar de Zora. Después de todo, todos en la escuela, sólo pensábamos que éramos compañeros de clase.
-¿Usted no lo sabe ya?
Fruncí mi frente y pareció bastante sorprendido.
-¿Qué debo saber?
El Profesor Tadeo dejó su pluma sobre la mesa y se llevó la mano derecha a la barbilla, una barba hecha con urgencia. - Zora pidió el traslado a otra escuela.
Esta noticia causó un temblor dentro de mí, yo no esperaba escuchar eso del profesor Tadeo. El traslado a otra escuela de Zora era algo muy serio y grave en mi vida escolar. Me imaginaba estar a su lado durante nuestro año escolar.
-Y ¿Por qué lo hizo? - Insistí.
-Ella no dijo por qué. - El maestro miró a un lado. - Creo que las razones personales la hicieron actuar de esta manera.
Me miró durante unos segundos y su mirada me angustiaba. El profesor quería saber más acerca de nuestra conversación.
-¿Pero por qué tanto interés en la vida escolar de la muchacha?
Se acercó a su escritorio. - No me digas que has tenido una...
Lo interrumpí apresuradamente.
-Sí, tuvimos una “relación secreta”.
El Profesor Tadeo sonrió y volvió a tirar para atrás su silla. - ¿Le molesta la ausencia de esta chica en la escuela?
Me mantuve en silencio y miré a un lado. No estando nada satisfecho con la noticia de que Zora se había cambiado de escuela.
-¿Estás enamorado?
El Profesor Tadeo murmuró, mirando mi cara seria. Todas las pruebas se estampaban en mi curiosidad e insatisfacción por el comportamiento que había tomado Zora.
Ella no podía haberme hecho esto a mí. No podía.



El Tío Jefferson había puesto nuestros platos en la mesa del comedor. En ese momento yo estaba sentado en la mesa y me mantuve en silencio por un gran tiempo.
No tenía valor para hablar, comer y hacer frente a mi realidad.
Todo parecía tan aburrido y descolorido. Carecía de una caja de lápices de colores para dar un poco de vida al dibujo en mi vida. Pero descubrí en ese momento que el color de la caja de lápices era Zora. Sólo ella podía colorear mi mundo tan descolorido, tan blanco y negro.
La ausencia de Zora en mi vida, estaba afectando mi vida escolar y también mi vida personal.
Más que nunca, me di cuenta de que yo la necesitaba a mi lado. La necesitaba ante mis ojos.
Tío Jefferson se sentó a mi lado y se sirvió pasta con tomate. No me atrevía a mirar hacia mi plato. Estaba muy deprimido y triste.
Pero el tío Jefferson rodó su tenedor en el plato, preguntándome.
-¿No vas a probar la pasta que hice?
Dije mirando hacia abajo. - No tengo hambre.
Dejó caer su tenedor y me miró. - ¿Qué está pasando en este momento?
Miré hacia los lados, totalmente perdido. Me sentía atrapado en un laberinto a distancia de su salida. Como si alguien me hubiera llevado a él y no sabía cómo salir de él solo.
Mi voz resonó débil. -Zora cambió de escuela.
Tío Jefferson sopló aire a través de sus fosas nasales con gran ruido, sonando molesto con mi confesión. Eso no estaba bien en su proyecto.
-Y ¿Por qué esta chica cambió de escuela de repente? - Él me miró seriamente. - ¿Qué hiciste, Otto?
Me levanté a toda prisa.
-No quiero comer.
Caminé rápidamente a mi habitación y cerré la puerta. Tío Jefferson también se levantó y salió a toda prisa detrás de mí. Sus pasos eran anchos y ásperos contra el piso de la sala. En cuestión de segundos, abrió la puerta de mi habitación y entró en ella sin mi permiso.
-Te hice una pregunta.
Insistió, sosteniendo la puerta de madera.
Puse mis manos en mi cintura y miré hacia el techo de mi habitación. Necesitaba encontrar una manera sensata para revelar a mi tío lo que había pasado entre Zora y yo la noche del sábado.
Eché un vistazo rápido a la cara de mi tío. Él estaba exigiendo una respuesta de mí. Lo que se retrasó por mis labios.
-Zora se enteró de que yo soy la Lechuza Negra.
El Tío Jefferson volvió su cuerpo y golpeó la puerta de mi habitación. Mirándome muy enojado.
-¡Maldita sea, Otto! ¡Esto no podía haber sucedido!
Cerré los ojos en la creciente desesperación. Tanto del miedo de Zora que le diga a alguien acerca de su descubrimiento y también por su ausencia en mi vida. Yo no sabía lo que era peor en mi existencia. Su confesión o la falta de ella.
-¿Alguna vez imaginaste, Otto? Toda la ciudad sabiendo que ¿Tú eres la Lechuza Negra?
Su voz sonaba como un golpe de martillo en mis oídos. También empecé a enojarme.
-¡Tío, calma!
-¿Calma?
Se apartó de la puerta y caminó hacia mí, completamente serio.
-Otto, tú prometiste que nadie volvería a descubrir la verdadera identidad de la Lechuza Negra. Pero faltó solo el hechizo de la “falda de una mujer” para que hicieras caer tu promesa por la tierra.
Se apartó de mí otra vez, volviendo atrás. Sus manos encontraron la línea de su cintura y sus ojos se encontraron con el suelo de mi habitación.
-Esta chica puede destruir tu vida.
Murmuró, se apresuró a mi habitación y cerró la puerta con profunda ira. Sin embargo, el ritmo ruido me molestó de nuevo.
Le di una patada la madera de la cama y me tiré un par de libros en el suelo, sintiendo la sangre se acumulan en mi cara.
- ¡Maldita sea la vida!





Me pasé viendo la ciudad de noche, con profunda tristeza. Mientras estaba en la torre.
La ciudad también se veía triste.
Nadie estaba circulando en los barrios, ni vándalos tratando de destruir la ciudad.
Todo parecía incluso sin vida, al igual que yo.
Caminé hasta el borde de la torre y miré hacia abajo, la oscuridad y mi dolor fueron mis compañeros en ese momento.
Miré a un lado, a la pared de la torre y recordé el día que salvé a Zora, evitando que se cayera de la torre.
Pensé en ella todo el tiempo de mi vida. Nunca me imaginé que podía robar la paz de mi mente con su propia ausencia en mi mundo.
Donde ella tenía el poder de manifestarse en mis pensamientos sin mi permiso.
Y peor que eso, su imagen nunca tenía prisa de salir de mi mente... Ella estaba siempre conmigo... aunque estuviera lejos de...




-Yo tengo una cosa no muy buena que decirte.
Hugo me dijo y mordió su sándwich de mortadela. Estaba sentado frente a mí, en la cafetería de la escuela.
Mi ceño se frunció en su dirección, pero permanecí en silencio. Terminando de comer mí almuerzo.
Se rascó la parte posterior de la cabeza y miró hacia otro lado.
Anoche, vi a Zora paseando por el centro de la ciudad y estaba acompañada por un muchacho.
Hugo me cuidaba, y su voz se hizo menos fuerte, al ver mi cambio de cara ante sus ojos. Miré molesto después de su declaración.
Él continuó diciendo. -Le habló sonriendo todo el tiempo. Parecía que la charla era muy interesante entre ellos.
-¡Calla!
Pedí levantándome de la silla y caminé hacia adelante. No podía soportar la idea de saber que Zora estaba interesada por otro chico.
Alguien que la hiciese sonreír.
Durante la noche, volví a ver la ciudad en mi personalidad de Lechuza Negra.
Fue un poco después de las once. El cielo estaba nublado. Las estrellas estaban en el cielo oscuro. Sólo había nubes grises allí.
Desde la torre, pude ver parte de la ciudad.
Buscando una pequeña plaza de láser, en el centro de la ciudad, pude ver algunas parejas. Algunas estaban sentadas y abrazadas en un banco de madera. Otras estaban sentadas sobre la hierba. Y tenía un par más lejos. Estaban de pie cerca de una fuente.
El muchacho estaba con las manos en el bolsillo de sus pantalones vaqueros. Tenía el pelo castaño y piel morena.
La chica llevaba una tela a cuadros en su vestido. Su cabello estaba recogido en una trenza lateral. Lanzado por encima de su hombro derecho. Sus botas marrones eran similares a las botas de Zora.
Caminé hasta el borde de la torre y mis ojos amarillos de lechuza pudieron ver el lugar con mayor precisión, aunque estaba lejos.
Por unos momentos, mi cuerpo temblaba. Mi corazón se aceleró. Realmente las botas marrones de la chica… era Zora.
Estaba seguro de eso, cuando ella levantó la mirada y sonrió. Yo conocía esa sonrisa, que mucho tiempo hizo para mí. Tanto en la escuela como fuera.
Pero ahora esa misma sonrisa estaba lejos de mí y ante otro joven al que nunca había visto antes. Él no era de mi escuela. Pero me di cuenta de que podía ser de la nueva escuela de Zora.
-Saliste de la cena y te olvidaste de limpiar la comisura de la boca.
El chico le dijo, tratando de limpiar la esquina de la boca de Zora, que estaba sucia, con 'kétchup'.
Ella sonrió tímidamente y continuó en silencio. El chico estaba más cerca de ella y la miró con ternura y entusiasmo.
Buscando el brillo de sus ojos como yo lo busqué algún día. Y todavía sigo buscando, a pesar de que ella estaba tan lejos de mí.
Llegó un silencio entre ellos. Zora también vio la cara del muchacho. Esa escena me sorprendió aún más.
El muchacho trajo su cara más cerca de la cara de Zora. Quería besarla en los labios por primera vez.
Ella no dejaba de mirar a la cara con los ojos abiertos. No se permitió cerrarlos. Parecía que ella no estaba lista para ese acto.
Falta muy poco para que sus labios de hecho se tocaran. Sin embargo, una lechuza blanca apareció en el cielo y voló sobre sus cabezas. Los dos estaban asustados y Zora arrojó su cuerpo hacia atrás, evitando tocar sus labios con el chico extraño.
Miraron hacia el cielo y vieron a la lechuza volar de vuelta a la mitad del cielo.
Zora miró a la cara del chico, informándole de inmediato.
-Llévame a mi casa.
La lechuza blanca voló hacia la torre y se posó en mi brazo izquierdo.
Yo mismo me había comunicado con ella y le había dicho que volara hacia Zora y el muchacho, así impedía ese maldito beso, lo cual temía que pudiese suceder momentos atrás.

No podía expresarme entre los dos, en la piel de la Lechuza Negra. Sin embargo, la lechuza blanca sí podía.

Nenhum comentário:

Postar um comentário