Día del Municipio de la ciudad
Feriado Municipal.
La mayoría de las personas se reunieron en la plaza del pueblo. Alrededor de
una plataforma abierta.
El día era
agradable.
El alcalde de la
ciudad con orgullo, subió al escenario junto a algunos concejales. Usando su
palo y corbata.
Algunas personas
aplaudieron su entrada y otros abuchearon. Era amado por unos y odiado por la
mayoría de ellos.
Un político
corrupto que merece pudrirse en la cárcel como muchos bandidos que pagaron por
sus crímenes.
El alcalde comenzó
a hacer su discurso ante una multitud de personas. Habló ante un panel con
algunos documentos al respecto. Su boca casi se tragó el micrófono mientras
recitaba todo lo que estaba escrito en el papel.
Su nerviosismo era
evidente a través de sus gestos impulsivos con sus manos.
Tal vez todas sus
mentiras eran expresadas de esa manera.
Unos momentos más
tarde, el alcalde detuvo su discurso y miró hacia arriba. Una figura oscura
había pasado por la cabeza y cayó de pie junto a él.
Todas las personas
se sorprendieron de la imagen de la Lechuza
Negra, de pie junto al alcalde de la ciudad.
El alcalde me miró
asustado.
Mis ojos
amarillos, con mi máscara negra en realidad alarmaban aún más. Miró hacia abajo
a mi camisa negra y vio la imagen de la lechuza negra con alas, tratando de
volar al mundo.
-¡LECHUZA NEGRA!
Exclamó el
alcalde, muy nervioso ante mí.
Le sonríe. Esta
fue mi manera de darle la bienvenida.
La ironía contra
la mentira.
-Hola Sr. Alcalde.
-¿Qué estás
haciendo aquí?
Lo miré con
suavidad.
-He venido a
saludarlo con EL BESO DE LA LECHUZA.
Respondí y fingí
toca suavemente mis labios oscuros en su cara. Todos estaban asombrados con la
escena. Cuando aparte mi cabeza. Sintió que su muñeca izquierda estaba atrapada
por unas esposas.
Una de los anillos
de las esposas estaba en su muñeca y el otro tenía el pedestal de su micrófono.
La gente exclamó
sorprendido por mi audacia. Estaba esposando al alcalde sin ninguna orden
judicial.
Eso era un
desacato.
-¡Este hombre
merece pudrirse en la cárcel!
Le grité a la
gente. Se quedaron en silencio, escuchándome con mucho cuidado.
-¡Aquí están todas
las pruebas de sus hurtos!
Saqué un rollo de
papel y la tiré hacia la multitud de personas.
En seguida, salté
a la cima y desaparecí en las alturas.
Al día siguiente,
la noticia estaba en todos los periódicos de la ciudad. Tan fresco como un pan
francés del horno.
El tema de mi
escuela no había sido otro, más que la detención del alcalde y sobre todo la
aparición de la misteriosa LECHUZA NEGRA en la fiesta municipal.
Los maestros
tuvieron que reprimir a sus estudiantes para que cortaran con el tema y prestasen
atención en clase.
Pero hablar de la
LECHUZA NEGRA era más interesante que cualquier materia o cualquier otro chisme
del día.
Así, estaba el
pensamiento de los estudiantes de mi escuela.
Excepto yo.
Me senté en la
mesa del comedor y arrastré mi bandeja de comida más cerca de mí.
-Hola.
Zora me dio la
bienvenida, puso la bandeja sobre la mesa y se sentó a la mesa frente de mí.
Además de Hugo Chavana, Zora era la única persona que tenía la costumbre de
acercarse a mí en la escuela.
Era obvio que ella
adoraba a mi compañía. Aunque no siempre yo la trataba con cortesía, como se
merecía de verdad.
-Hola. - Respondí
con seriedad y sin mirar directo a su cara. A veces su aproximación sin mi
permiso me dejaba un poco retraído.
No sabía por qué,
pero Zora a veces tenía ese poder de hacerme cabizbajo.
Miró a su
alrededor y se dio cuenta de que los estudiantes en sus mesas todavía estaban
hablando sobre la LECHUZA NEGRA.
-La escuela entera
no habla de otra cosa, salvo de la misteriosa “LECHUZA NEGRA”.
Ella dijo y me
miró. - Confieso que estoy impresionada con este misterioso héroe. ¡Es
fantástico! - Sonrió. - A pesar de que nunca lo he visto en mi vida, pero las
cosas que hace y todo lo que la gente dice de él...
Suspiró. - ¡Es el
mejor!
Continué con mi
cabeza hacia abajo, sólo escuchando como saboreaba mi comida ligera.
-¿Tú no dices nada
sobre la LECHUZA NEGRA?
Levanté la cabeza
y la miré a la cara. Sus labios estaban brillando después de que la grasa de
los alimentos los había tocado.
-¿Decir qué?
Mi ceño estaba fruncido
y miré a mi plato de nuevo. Mi hambre se había ido.
-Debe haber. – Sacudió
sus hombros. - Di algo a favor o en contra. No he escuchado tu opinión sobre
este héroe en la ciudad.
Apoyé los codos
sobre la mesa y miré a la mesa con discreción.
-Honestamente no
sé... qué decir...
Ella arqueó las
cejas y apretó sus ojos ante mí reacción embarazosa. Yo parecía un poco
aturdido con este tema.
Estuvimos unos
momentos en silencio. Ella levantó la cara hacia arriba, mirando muy emocionada
al decírmelo.
-Yo trabajo para
un pequeño periódico en la ciudad. Debo escribir un artículo para una columna
cada semana. - Sonrió. - Mi sueño es ser una periodista.
- Aquí es donde
escribo mis artículos para el periódico.
Zora dijo y me miré
a su escritorio, con docenas de papeles, una notebook y algunos libros viejos. A
un lado, había una cámara digital y una botella de agua.
Ella escribía sus
artículos para un periódico en una terraza abandonada. Era una antigua
propiedad de sus abuelos, que había sido abandonada por años.
Caminé alrededor
de la mesa, deslizando mis dedos en el borde de la mesa, tocando ligeramente su
superficie. Entonces yo podría sentir que algunos papeles eran suaves, otras
más duros.
Mientras lo hacía,
Zora observaba todos mis movimientos en atención absorta. Con una alegre
sonrisa en sus labios, buscando el placer con mi presencia en su humilde
trabajo.
-Está bueno.
Le dije después de
un rato, mirándola a la cara. Ella sonrió agradecida y guardó silencio poco
después.
Sus dedos
se deslizaron hacia abajo por los botones de su chaleco negro y se lo quitó,
dejando sólo su blusa blanca, falda a cuadros y botas marrones. Su cabello se
había vuelto aún más rizado, ya que estaba suelto y voluminoso.
-Hace calor
aquí. - Murmuró y lanzó su chaqueta sobre el respaldo de su silla vieja.
-Acerca ¿De
qué temas es que normalmente escribes?
Le
pregunté, hojeando un libro de tapa roja. No tenía ningún interés en el libro,
pero esto era una manera para mí de evitar enfrentar su cara todo el tiempo.
Miró a su
alrededor y respondió sonriendo.
-Acostumbro
escribir acerca de todo lo que despierta mi curiosidad. Hay temática para mí...
-Las mujeres
a menudo suelen escribir sobre moda.
- Miré en su ropa y me di cuenta que la moda no era lo suyo. Esto era evidente
en su forma de vestir.
Tan cursi
como su abuela, yo diría.
-Es cierto.
- sonrió suavemente. - Pero hablar de la moda
no es mi fuerte.
Estuve de
acuerdo con una breve sonrisa.
Ella alzó
la vista hacia mi cara, con mis anteojos de sol. Luego bajó la cabeza, se puso
un poco tímida.
-Ruhmum -
Murmuró. - Me gusta estar aquí.
Se acercó a
su escritorio y tomó un pedazo de papel en blanco.
-Venga a
ver algo que registré un día en el cielo.
Me acerqué
a su lado y miré la foto en la mano. Había una forma oscura que volaba en el
cielo nocturno.
-¿Qué... es....eso?
Pregunté
observando la imagen extraña. Empecé a ponerme nervioso. Esa imagen era yo.
Justo el día que me di cuenta de que realmente podía volar como las lechuzas.
Entonces
respondió, también mirando la foto en la mano. - No lo sé... pero parece que
alguien vuela por encima.
Se me quedó
mirando. - ¿No crees?
Apreté los
ojos, debajo de mis anteojos de sol y levanté las cejas.
-No, no es
una persona volando. - Sonreí nerviosamente. - Esto no se parece a nada.
-¿Nada? - Me miró desafiante. - ¡Tú estás
realmente ciego, Otto! Esto es algo volando en el cielo... No sé exactamente
qué.
Puso la
foto en la mesa.
Al lado de
la fotografía había una botella de agua sin su tapa. El agua estaba caliente.
Zora debería haberla olvidado de beber durante los últimos días.
A propósito
mi mano izquierda chocó con la botella y cayó sobre la fotografía, vertiendo la
mitad de la botella de agua y regando la foto sobre la mesa.
Zora miró
el pequeño accidente y sus ojos se alarmaron. Ella exclamó después. - ¡Mi foto!
Trató de
mantenerla en la punta de los dedos frágiles. El líquido transparente comenzó a
drenar y goteaba en el suelo, formando así un anillo.
-Lo siento.
- La miré. - Destruí tu foto.
-No sé por
qué, pero me gustaba esa imagen.
Confesando.
- Ahora está completamente ilegible.
Seguimos
mirando a la falta de definición en la imagen.
-Lo siento,
Zora. Yo no quería destruirla.
-Está bien.
Dijo con
voz abatida.
Oí un ruido
que venía de arriba. Miré automáticamente el techo oscuro. Algo estaba colgando
de la cola y se volvió hacia mí. Y a enorme velocidad sacó los anteojos de mi
cara.
Empecé a
buscar en el suelo, con gran dificultad para ver todo lo que me rodeaba.
-Ah, se me olvidaba
decirte que aquí suelen aparecer monos.
-¡Mis anteojos!
– Grité alto.
Ella corrió
hacia mí y me agarró del brazo. Mientras el mono volvió al techo y se quedó en
una madera sosteniendo mis anteojos negros.
-¡Devuelve
los anteojos a mi amigo!
Zora ordenó
y golpeó a uno de sus pies en el suelo, mirando al mono cerca del techo. Pero
el animal fingió no escuchar su orden.
Con gran
dificultad, apoyé mis manos en la pared de la terraza, tratando de ocultar mi
cara contra la pared. Zora vino a mi lado, tratando de mirar a mi cara.
Traté de
desviar mi mirada, como una fuga constante. Zora insistió siempre queriendo
mirar a mis ojos. Desde que nos conocimos en la escuela.
-¿Por qué
nunca permites que nadie vea tus ojos?
Preguntó,
tratando de ver mi cara de nuevo.
-Porque son horribles.
Le respondí
en voz baja.
Zora se agachó
debajo de mi brazo derecho, empujando su cuerpo entre la pared del muro y la
pared de mi propio cuerpo.
Impulsado
mi cuerpo de nuevo, evitando su proximidad.
Pero ya era
demasiado tarde.
Se puso de
pie delante de mí, sosteniendo mis hombros.
Sus dedos
se deslizaban suavemente por mi región de la cara, llegando a la altura de mis
ojos.
-Ellos no
son tan horrible.
Ella dijo,
mirándolos. Al ver que eran grises, con ojeras y también un poco hinchados.
Sus dedos
se deslizan a lo largo del borde de mi cara, mientras continuaba en respuesta.
- Son diferentes.
La miré
fijamente. Sus ojos eran tan negros como las noches en donde las lechuzas se
sentían libres para volar.
El toque de
sus dedos en mi piel de la cara me hizo estremecer.
Un
escalofrío que nunca había sentido en mi vida. No estoy seguro de si eso era
debido a la sensibilidad de los dedos en mi piel, o si Zora tenía un dominio especial
sobre mí.
La cual
tenía el poder de juguetear con mi sensibilidad sin mi permiso.
-Siempre he
querido mirar en tus ojos.
Me confesó.
Nos quedamos en silencio.
-Pero nunca
tuve la oportunidad de hacerlo.
Miró alrededor,
en desesperación constante. Necesitaba alejarme de allí.
En ese momento, miré a los ojos de Zora fue
algo que me molestó. Y mucho.
Parecía que
estaba robando algo precioso de mí.
Después de
todo lo que estaba viendo eran mis ojos sin mis anteojos. Algo que me hubiera
gustado que jamás fuera posible.
-¡Mis anteojos!
¡Los necesito!
Me aparté.
Zora estaba
libre de mi imagen ante ella.
Hubo otro
ruido. Miramos hacia abajo. El mono había soltado mis anteojos de sol y se
habían caído al suelo. Suerte la mía, que no se hicieron añicos.
Ella caminó
hasta el objeto oscuro y los rescató del suelo polvoriento. Y los trajo de
nuevo a mí.
-¡Aquí están
tus anteojos!
Las tomé y
los puse apresuradamente en mi cara. Miré en dirección de las escaleras y le
dije rotundamente.
-¡Necesito irme
ahora!
Ella dio un
paso adelante.
-Yo te acompaño
hasta la escalera.
-No hay necesidad.
- Caminó rápidamente delante.
Ella se detuvo y me miró mientras caminaba de
espaldas a ella.
La imagen
de los ojos grises e hinchados había embotado literalmente su mente.
No podía
pensar en otra cosa más que en eso.
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